Es 1922 y los habitantes de Likóvrisi, en Anatolia, se disponen a celebrar la Semana Santa con una representación dramatizada de la Pasión. Pero parece que algunos vecinos se han puesto demasiado en el papel. Nikos Kazantzakis muestra cuán perturbador resulta atenerse fielmente a los valores del cristianismo, y con ello desenmascara la hipocresía de las instituciones religiosas y civiles.