La muerte es mi oficio narra la vida de Rudolf Lang, alter ego novelesco de
Rudolf Höss, comandante de Auschwitz y encargado de afinar la ominosa maquinaria
de muerte que acabaría con la vida de millones de judíos. Robert
Merle traza, paso a paso, el intrincado camino que llevará a Lang desde una
infancia marcada por un padre católico y muy estricto que pretendía hacer de
él un sacerdote, hasta los más altos cargos en el seno de las SS y la cúspide
misma del horror, pasando por la Primera Guerra Mundial, los Freikorps, la
prisión, los duros años de hambre, paro y penuria que el Tratado de Versalles
deparó a Alemania, y su afiliación al Partido Nacionalsocialista. Cuando
Himmler le encargue personalmente la concepción de una industria de muerte
que haga desaparecer al que los nazis consideraban su «enemigo histórico
», para Lang tan abominable misión se reducirá a una serie de problemas
técnicos que hay que resolver de la manera más eficiente. Escrita con un estilo
sobrio y tanto más perturbador por la frialdad y la contención con que rehúye
toda estetización o exhibicionismo del Mal, y por preferir ahondar en los
abismos psicológicos de sus protagonistas, La muerte es mi oficio, publicada
en 1952, es todo un tour de force narrativo, una de las primeras novelas que
tuvieron la audacia de meterse en la piel y la mente de los verdugos nazis.
Estas páginas nos revelan las monstruosidades que puede llegar a cometer
alguien que, lejos de ser un demente o un sádico, «se limita» a cumplir, fría y
desapasionadamente, con su deber.